domingo, 23 de enero de 2011

TENER SESENTA EN EL SIGLO XXI


TENER SESENTA EN EL SIGLO XXI
Si miramos con cuidado podemos detectar la aparición de una franja social que antes no existía: la gente que hoy tiene alrededor de sesenta años.   Es una generación que ha pateado fuera del idioma la palabra "sexagenario", porque sencillamente no tiene entre sus planes actuales el hecho de envejecer.
Se trata de una verdadera novedad demográfica parecida a la aparición en su momento, de la "adolescencia", que también fue una franja social nueva que surgió a mediados del siglo veinte para dar identidad a una masa de niños desbordados en cuerpos creciditos, que no sabían hasta entonces dónde meterse, ni cómo vestirse.
Este nuevo grupo humano que hoy ronda los sesenta, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria -además de pertenecer (en un alto porcentaje) a un nicho de mercado de alto nivel adquisitivo-.  Son hombres y mujeres independientes que trabajan desde hace mucho tiempo; esta gente buscó y encontró hace mucho la actividad que más le gustaba y se ganó la vida con eso.  Supuestamente debe de ser por esto que se sienten plenos...algunos ni sueñan con jubilarse ni lo piensan siquiera.
Dentro de ese universo de personas saludables, curiosas y activas, la mujer tiene un papel rutilante.  Ella trae décadas de experiencia de hacer su voluntad, cuando su madre sólo podía obedecer,  y de ocupar lugares en la sociedad que su madre ni habría soñado con ocupar.  Esta mujer pudo sobrevivir a la borrachera de poder que le dio el feminismo y en determinado momento de su juventud en el que los cambios eran tantos, pudo detenerse a reflexionar qué quería en realidad.  Algunas se fueron a vivir solas, otras estudiaron carreras que siempre habían sido exclusivamente masculinas, otras eligieron tener hijos, otras que fueron periodistas, atletas, o crearon su propio "YO S.A.".  Pero cada una hizo su voluntad.
Reconozcamos que no fue un asunto fácil y todavía lo van diseñando cotidianamente.  Pero algunas cosas ya pueden darse por sabidas, por ejemplo que no son personas detenidas en el tiempo.
 
Los hombres  dejaron atrás su deseo de aparentar ser el mejor Don Juan, y ahora dedican tiempo valioso a la buena mesa, al buen vino, a una buena película, una buena conversa y les importa mucho menos el tamaño de su panza que a veces se pasa de kilitos.
La gente de sesenta maneja la computadora como si lo hubiera hecho toda la vida.  Se escribe, y se ve, con los hijos que están lejos y hasta se olvidan del viejo teléfono para contactar con sus amigos y les escriben en e-mail sus ideas y vivencias. Por lo general están satisfechas de su estado civil y si no lo están,  no se conforman y procuran cambiarlo.  Raramente se deshacen en un llanto sentimental.  A diferencia de los jóvenes; ellos conocen y ponderan todos los riesgos.  Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona y toma nota, a lo sumo.
La gente grande comparte la devoción por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza, pero no se sienten en retirada.  Compiten de otra forma, cultivan su propio estilo... Ellos no envidian la apariencia de jóvenes astros del deporte, o de los que lucen un traje Armani, ni ellas sueñan con tener la figura torneada de una vedette.  En lugar de eso saben de la importancia de una mirada cómplice, de una frase inteligente, de un chiste a tiempo o de una sonrisa iluminada por la experiencia.
Hoy la gente de 60, como es su costumbre, está estrenando una edad que todavía NO TIENE NOMBRE, antes los de esa edad eran viejos y hoy ya no lo son, hoy están plenos física e intelectualmente, recuerdan la juventud, pero sin nostalgias, porque la juventud también está llena de caídas y nostalgias y ellos lo saben.
La gente de 60 de hoy, celebra el sol cada mañana y sonríe para sí misma muy a menudo... se llena de vida a cada instante porque sabe que la vida depende de sí mismos, de cómo se gocen los momentos y de disfrutarlos hasta la última gota.
Quizás, por alguna razón secreta que sólo saben y sabrán los de sesenta en el siglo XXI.